Los hinchas de Barcelona esperan con ansia el domingo. En la esquina de 9 de Octubre y Pedro Carbo, estudiantes, oficinistas y empresarios enternados cruzaban las calles como lo harían cualquier otro jueves.
Los restaurantes vendían batidos, café y bolones de verde, mientras que en la plaza San Francisco, las loteras se paseaban por el sitio ofertando sus productos y la gente mayor le lanzaba migajas de pan a las palomas. Los únicos vestigios que quedaban de la celebración torera la noche anterior eran unas cuantas tapas de botella apiladas junto a la acera y a la fuente, que yacía vacía, con las luces rotas y los cables salidos.
"Si hubiera pasado por aquí a las 06:00, no lo hubiera reconocido. El agua quedó negra de lo que la gente se bañaba en la fuente y a esa hora aún había chicos tomando", señaló María Quintero, dueña de un establecimiento en el sector.
Sin embargo, a las 12:00, eran pocas las personas con camisetas amarillas que se veían pasando por las aceras. Una de ellas era Carla Zambrano y su hijo de 5 años, quienes se dirigían a sacar la cédula de identidad. "¡Tengo una para cada día de la semana!", señaló entre risas Zambrano. "Hace 14 años que no ganábamos, así que este triunfo lo vamos a celebrar al máximo. Mi hijo es muy pequeño, pero yo espero que de ahora en adelante no vuelvan a dejar que nadie más quede campeón, y que nunca vuelva a pasar tanto tiempo".
Además de los autos que exhibían banderas o que ocasionalmente pitaban mientras circulaban en las avenidas, los hinchas que aún seguían de fiestas eran los estudiantes secundarios, quienes corrían por la calle con la camiseta atada al cuello o a duras penas escondida bajo la camisa del uniforme.
Mientras se cambiaban por la calle, tanto chicos como chicas iban cantando el himno de su equipo y haciéndole bromas a sus compañeros emelecsistas, quienes de mal humor les respondían con un "podrá ser lo que tú quieras, pero ¡nosotros no destrozamos nuestro mismo estadio!".
En el colegio Altamar, ubicado en Vélez y Tulcán, los alumnos exhibían sus banderas en la ventana y cada tanto se acercaban a la reja, desde donde se podía observar la camiseta torera gigante que la familia Espinoza, dueña de una fábrica de sacos, ha colocado sobre la fachada de su propiedad.
"Este es un icono de nuestra familia. La ponemos cada vez que hay un clásico, como una forma de apoyar al equipo. Pero esta vez había que ponerla y que se quede ahí porque hace 14 años que no tenemos la copa, y hoy la hemos conseguido nuevamente", indicó Alberto Espinoza.
Añadió que desde que la colocaron antes del partido de Emelec con Deportivo Quito, cerca de cien personas se habían detenido frente a la casa o desde los autos para tomar fotos de la camiseta que colgará en el sitio hasta el domingo en la tarde.
Sin embargo, para otros, el ambiente continuará tranquilo porque la 'hinchada' estará reservando sus fuerzas para el fin de semana. Así lo expresó Gustavo Avellán, de 19 años, quien se encontraba laborando en una copiadora cerca del sitio.
Fuente: Expreso
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